lunes, 27 de junio de 2011

Fantasmas...

Me habia empezado a acostumbrar a su presencia.  De cualquier forma, no podia huir.  No podia correr de los tubos y las mangueras que ya se habian comenzado a enraizar en mi cuerpo. Ni siquiera podia gritar para pedir auxilio.  Nada. 

Lo unico que podia hacer era observar ese techo blanco que se extendia hasta un infinito que yo no podia alcanzar a ver el fondo. Podia escuchar las voces hablando mas allà de mis pies.  Ya no escuchaba làgrimas y sollozos como al principio. Pero siempre estaba esa figura alli, callada, observàndome.  Miràndome algunas veces con esos ojos sarcàsticos y aterradores.  Otras veces me miraba sin verme.  Quisiera poder recordar y saber el por què de tantas cosas.

Se fue.  Ella fue la ùnica que vino quizàs por semanas o meses. Quisiera dar mi alma estùpida e inservible para  poder recordar quien era... Se quedaba sentada vièndome, pensando que yo no podia observarla tambien.  Ponièndome gotas que se meten como agujas en mis ojos ò cortandome las uñas que me recuerdan que sigo vivo. Se fue.  Las palabras de la mujer vestida de blanco eran como cuchillos que se me clavaban lentamente: "-Nunca va a despertar... no pierdas tu tiempo, mejor haz una vida decente, si puedes..." si alguien piensa que la muerte no se siente a cuentagotas...està tan equivocado....

Todo el tiempo esa infernal imagen seguia alli.  Durante muchos dias simplemente me observò.  Caminò a mi alrededor mirando cada uno de los detalles de mi maltrecha humanidad.  Sè que pasaron dias por que en el pasillo de afuera se escuchaba un ir y venir de buenos dias y buenas noches monòtonos y martirizantes. Del miedo pasè a la desesperaciòn.  Pasè a la angustia. Al fastidio...quisiera tambien poder pasar a la muerte y deshacerme de esta maldita càrcel de carne mantenida viva a la fuerza. Pero sigo aqui. Yaciente. Inerte.  Condenado a una pena que no puedo recordar por què pasò.  De repente, tengo destellos de mi memoria: la hora de salida de una escuela cerca de un campanario; el olor de un aserradero.  Una mujer mayor...sonriendo ò llorando, no estoy seguro....

Al borrarse el recuerdo, ese rostro sin expresiòn està sobre de mi nuevamente, vièndome como si estuviera parado entre el infinito de la cama sobre mi cabeza y lo que sea  que haya detràs de ella.  ¿Eres el Diablo? ¿Què esperas para llevarme? ¿Estaràs esperando que regrese mi conciencia, para entonces asi estar listo para arrancarme el alma y tragàrtela a pedazos?....

Hoy te vi en un destello de mi memoria.  Quisiera recordar tu nombre ò ponerte alguno para saber que eres tù, pero no puedo.  Estabas alli sentada, magnifica, perfecta.  Tu cabello arreglado y el filo de tu cara.  Sonreias mientras sostenias algo en tu mano, quizàs una copa...¿Bebìas? Hay mùsica al fondo pero la ignoras.  Sè que hablabas conmigo aunque no puedo recordar las palabras que salian de tu boca.  Solo te veo. Quisiera poder tocarte... quisiera poder tenerte y besar con desesperaciòn esos senos blancos que se asoman por el escote de tu blusa... Pero ya no estàs.  A lo mejor nunca estuviste y es solo una alucinaciòn retorcida de mi memoria. Despierto de mi sueño de ojos abiertos y solo continùa el foco que pende de la obscuridad de ese techo que se ha convertido en la làpida de mi tumba viva.

Nadie a vuelto a visitarme.  Sè que es noche por que alcanzo a oler el frio que se cuela por la ventana. A nadie le importa si tengo suficientes mantas ò no, dicen que mi cuerpo no recibe sensaciones.  Hay una mujer que no entra, pero se queda callada y quieta en el filo de la puerta. Dos hombres caminan a mi alrededor.  Hablan entre ellos como si yo fuera una mercancia expuesta en la carnìceria.  Mi precio se ha pactado y mi angustiosa y esperada muerte baila con ellos el vals de la reconciliaciòn.  Solo me quedarà esperar.  Espero que sea pronto....

-¡No serà tan fàcil como piensas!- dijo finalmente a mi oido una voz fria y ausente  -...no lo permitirè por que nadie puede tocarte si yo no lo permito...- agregò con una extraña mezcla de maldad y  benevolencia juntas.  Mi corazòn comenzò a latir rapidamente.  Por primera vez senti.  Senti una mano helada acariciarme la cara.  Hubiera querido llorar, correr con desesperaciòn ò sencillamente gritar con todo el terror que me devoraba, pero lo ùnico que pude hacer fue seguir mirando el cielo de mis angustias y esperar que solamente hubiera sido la primera muestra de que mi cerebro està comenzando a fallar tambièn... -No te iràs...- fue lo ùnico que dijo antes de perderse de mi empobrecido campo visual.

No sè en que momento perdì el ùltimo vislumbre que tengo de conciencia.  De repente, la sensaciòn de movimiento me hizo regresar a mi realidad.  Una serie de focos colgados del techo en un desfile silencioso me hacen darme cuenta de que no estoy en mi cuarto.  Nuevamente siento miedo.  ¿A quièn preguntarle en el silencio si estos son mis ùltimos momentos? ...Quisiera haber podido por lo menos haber recordado quièn era yo, se me hace èsta una muerte tan desperdiciada...tan absurda...

El techo metàlico del elevador me permite darme cuenta de que voy en una camilla. Parece anticuada.  Por primera vez veo mi imagen.  No me reconozco.  El pànico y la adrenalina me invaden al ver mi imagen en ese frio espejo de metal que se encuentra sobre nosotros.  ¿Quièn diàntres es esà mujer que està tirada aqui? ¿Soy yo? ¿Quièn demonios era yo? Esos cabellos rubios me gritan un nombre que no puedo recordar.... Los tres hombres que me llevan hablan de mi como si yo no estuviera.  -¡Està hùmeda todavìa...! dice uno de ellos mientras desliza su mano bajo la bata azul que me cubre.  Veo como lame sus dedos mientras los otros dos comienzan a revisarme lentamente.  -No era fea...y està tan joven todavia.... una vida desperdiciada completamente....- dijo el que parecia mayor de los tres. ¡Por favor, sigan hablando! necesito tanto saber quièn soy antes de que el  recuerdo quede borrado para siempre... Los tres continùan hablando de mi, ya no soy una mercancia....ahora soy un juguete que quisiera ahogarse en las làgrimas y los gritos que no puedo dejar salir...

La puerta del elevador se abre y una sàbana verde cubre de inmediato mi cara.  Oigo el ruido de las llantas de la camilla que me hace las veces de escaparate en medio de una horda de lobos.  Llegamos.  De repente, hay un cambio en la posicion vegetal que ha tenido mi cuerpo durante los ultimos incalculables dìas.  Un giro brusco y se ladea mi cabeza.  Las paredes estàn cubiertas de azulejos blancos. Huele a una extraña combinacion de antisepticos y muerte.  Es una morgue. No puedo ver lo que  pasa a mi alrededor.  Solo escucho aterrado y me guardo mis miedos para mi... y para mi inseparable carcelero que todo el tiempo mira impàvido lo que està pasando.  Camina invisible e inmutable entre los tres camilleros que sacan turnos para ver en que orden jugaràn con mi cuerpo tibio de plàstico ingobernable.  -¿Sentirà algo està muñeca? Dicen que està viva todavìa...- pregunta uno de los hombres a los demàs mientras me convierto en comida para hienas.

De repente, un alùd de imagenes se desprende de mi memoria. Sùplicas bañadas del mismo terror con el que quisiera ahogarme en este momento. Oigo voces y gritos dentro de mi cabeza.  -¿Ya no te acuerdas ò quieres pensar que ya se te olvido todo eso?- me susurra lentamente al oido esa voz diabòlica que se ha convertido en la compañera de mi infierno... -Buenas noches, Monnet...- Me dice nuevamente al tiempo que siento como recorre mi cuerpo con la frialdad de lo que parece una mano que acaricia suavemente como la muerte...

Unos pasos secos que se escuchan venir desde el final del pasillo termina con el festìn de los hombres de verde.  -¡Ràpido, acomoda todo! De seguro alli vienen Rebechi y el Dr. Bussô para acà.- Dice uno de ellos.  -¡Màldiciòn, tan rica que estaba la fiesta! làstima que no lleguen mamitas como èstas tan seguido...-   Un par de giros bruscos hacen que nuevamente tenga la vista fija hacia el techo por unos segundos.  Las làmparas de este lugar son de metal color plateado. De inmediato me cubren la cara con la misma sàbana verde con la que me taparon en el elevador.

-Buenas noches Dr. Bussô- dice uno de los tres camilleros a los hombres que acaban de entrar mientras los otros dos salen sin pronunciar una palabra. 

- Gracias.  Puede retirarse.- Fue la ùnica respuesta por parte del Doctor

-¿Entonces, està vivo ò està muerto este hombre doctor? Recuerde que soy un empresario, no un asesino... - Preguntò esa voz que ya habìa yo escuchado en la habitaciòn en la que habia estado entubado unas horas antes.

-Su muerte cerebral fue diagnosticada hace semanas, Rebechi - contestò el doctor mientras que supongo que me destapaba por completo para exhibirme como una bestia a punto de ser destazada.  -Se le mantuvo vivo por la identificaciòn que portaba.  Pero ya comprobamos que no existiò ningùn parentesco con Coratella-Virega.  Asi que es hora de que pague su cuenta-

¡No! ¡Esto es un error! ¡No estoy muerto! Siento como el corazòn se me va a salir de lo ràpido que me està latiendo.  ¿Còmo pudiera gritarles que estoy vivo? ¿Còmo decirles tantas cosas a dos seres que estàn alli para llevar a cabo una carnìceria a cambio de dinero? .... Por favor ¡Sigan hablando! ¡digàn màs! Necesito saber quien soy antes de que finalmente deje mi prisiòn material a la que estoy anclado... Puedo sentir como ruedan lagrimas por mis mejillas... ¿que acaso seràn invisibles para estos dos hombres tambien?

-Està tibio todavia... ¿estàs seguro que no siente nada ya?.... - Preguntò Rebechi quien caminaba a mi alrededor observàndome lentamente, quizàs tratando de convencer a su conciencia de algo que en el fondo ya sabia que era cierto....

Un bisturì clavado en uno de mis muslos fue la ùnica respuesta de Bussô ante su impàvido espectador.  -¿Convencido, ya? No hay reflejos pupilares, no hay pulso, no hay actividad elèctrica en el cerebro. ¡ El hombre està muerto!.  Lo estuvo desde que llegò aqui y lo seguirà estando cuando usted salga por esa puerta Rebechi.  ¡Con una chingada! ¿Quiere seguir adelante ò cierro el negocio con  Camillo...? Estamos a tiempo y nomàs me està haciendo perderlo a lo idiota, mientras èste montòn de valiosisimos organos estàn aqui viendo como se le hacen agua los cojones-.

Escucho el sonido de un portafolios que es arrojado sobre una de las mesas metàlicas que estàn junto a mi.  Asi que de eso se trataba esto.  Mis òrganos seràn vendidos a alguien.  Una ligera sensaciòn de tranquilidad me invade al pensar que aùn en mi indefensiòn e ignorancia, algo de mi estùpido e inservible cuerpo finalmente servirà para hacer un bien para alguien... ojalà que a varios.  Una especie de catàrsis espiritual comienza a invadirme. Siento paz.  Trato de formular una oraciòn de agradecimiento y despedida en mi mente.  La imagen de una mujer de pelo largo aparece desde el fondo de mi memoria dicièndome que.....

-¡aaahhhh!- De repente un inmenso y profundo dolor me saca de mis pensamientos.  En las làmparas metàlicas del techo puedo ver como el Dr. Bussô abre mi vientre en dos como si fuera un cofre a punto de ser saqueado.  ¡No puede ser, el dolor es insoportable! Trato de esperar con impaciencia que mi ùltimo vislumbre de vida se borre en cualquier momento...pero los minutos pasan y veo como salen òrganos de mi vientre mientras yo sigo retorcièndome de un dolor inmòvil  e incomprensible.  Bussô envuelve ràpidamente en alguna especie de lienzo cada una de las partes que va extrayendo  de mis entrañas.  Las depòsita cuidadosamente en una caja blanca con azul, parece una hielera ordinaria.  Ràpidamente regresa a mi cara la sabana verde que ha visto ir y venir mi sufrimiento en las ultimas horas ò quizàs minutos.  Siento movimiento pero no puedo saber que està pasando.  ¿Estoy muerto? ¿Dios, contèstame estoy muerto?

-Depende què quieras que sea la muerte- susurro esa voz inexpresiva y fria que se habìa convertido en el espejo de mis pesadillas.  -Para ellos fue un descanzo, para ti serà un premio al que no podràs llegar jamàs si yo no lo permito...- Dijo mientras volteaba con cierta altanerìa hacia un rincòn de aquella habitaciòn.

No tengo nociòn del tiempo.  Unos disparos casi al pie de la ventana que està a unos metros de mi pesadilla infernal causaron conmocion en el piso del hospital.  De repente gritos en el pasillo y pasos corriendo hacia la calle parecian indicar que algo muy grave habia sucedido.  -¡Mataron al Dr. Bussô en el estacionamiento, parece que lo quisieron asaltar al subir a su auto!- se escuchò gritar a una estudiante de enfermeria.... 

-"Pretium cum vita mortem propter clausum est. Pace sumus"- dijo la diabòlica criatura que me acompañaba mientras señalò hacia el lugar donde sonaron los disparos.  -"Pago el precio de la muerte con su vida, se cierra la cuenta. Estamos en paz".

-¿Quien eres? - me atrevì a preguntar por primera vez...

-Soy la sangre que derramaste.  Soy la Justicia que nunca jamàs pensaste que fuera a existir....-  dijo mientras desaparecia lentamente de mi presencia.

.......

Puedo moverme.  Por primera vez en mucho tiempo tengo la sensaciòn de movimiento.  Lentamente levanto mi brazo derecho y puedo elevarlo lo sufiente para ponerlo frente a mis ojos. Quizàs si puedo moverme, pudiera salir de aqui...  Mi mano està hinchada y amoratada,  traigo las uñas crecidas.  Trato de enderezarme y de repente el dolor de mi vientre abierto es indescriptible.  -¡Aigg!- grito mientras vuelvo a sentir que caigo en esta mesa de metal.  Giro la cabeza lentamente y comienzo a acostumbrar mis pupilas a la oscuridad que me rodea, a tal grado de poder comenzar a ver claramente detalles inverosimiles.  Oigo ruidos.  Ruidos inmensos, espantosos que parecen provenir de dentro de una gaveta que està junto a mi.  Pareciera el sonido de miles de bestias masticando àvidamente.... En medio de mi terror trato de pensar què es lo que està pasando.  -¡Por favor, quièn tengas que perdonarme, perdòname!- grito con todas mis fuerzas.  El estruendo seco de una palomilla que golpea contra el cristal me aterroriza.  Oigo pasos y gritos que vienen desde el pasillo nuevamente.  Es el Director del hospital y otros que vienen a practicar la autopsia del Dr. Bussô.  Cinco disparos en la cabeza cobran su cuenta.  Tres hombres con gabardinas entran y esposan al Director del Hospital, quien no dice nada y solamente sale con la cabeza agachada.    Un hombre de traje gris me saca bruscamente de mi helada tumba momentànea, me destapa y revisa rapidamente mis heridas  - Parece que estè fue su ùltima victima, esperemos que por lo menos sus familiares puedan venir a reclamar el cuerpo-  dijo, volvièndome a tapar y sin decir ninguna palabra màs.

La voces comienzan a hacerse lejanas poco a poco.  De uno en uno, los hombres abandonan la habitaciòn hasta dejarnos solos.  No tengo sensaciòn de dolor hasta que intento moverme.  Hacièndo un esfuerzo enorme consigo empuñar una de mis manos y comienzo a golpear la gaveta metàlica que se ha convertido en mi porciòn personal del infierno. Grito pidiendo auxilio desesperadamente y siento como las fuerzas me abandonan lentamente en medio de las carcajadas de alguien a quien no puedo ver, pero siento como su presencia inunda el àmbiente de un olor putrefacto. -¡Grita todo lo que quieras! ¡Grita màs! ¡Grita...quiero oirte!-

-¡Maldita sea! ¿Quièn eres? ¿Què quieres de mi? ¿No te haz hartado todavia infeliz? ¡Dèjame verte! ¡Dime què quieres de una vez por todas!-

La sensaciòn de ir en caida libre paraliza nuevamente mis pensamientos.  Siento como si me faltara el aire y una terrible opresiòn sobre el pecho.  No sè si tengo pulmones.  De lleno, golpeo con la espalda algo que parece ser agua.  Comienzo a undirme y veo como mi vientre abierto se convierte en una mesa servida para cientos de peces que comienzan a deborarme.  No puedo gritar.  Me estoy ahogando. Siento los chorros de agua que atraviesan mi garganta al mismo tiempo que escucho esas mismas carcajadas que me tragan.  El agua se vuelve amarga y tiene un olor penetrante. Formol.  Los peces se han largado y puedo ver hacia afuera.  Estoy dentro de un frasco rodeado de cientos de organos y animales suspendidos y flotantes.  Ninguno parece humano.  Una niña pequeña que camina lentamente  se acerca hasta la estanterìa.  Me observa...

-¡Està vivo, Monnet! ¡Esto de aqui esta vivo!- Parece decir la chiquilla a alguien que se encuentra detràs de nosotros....
 
-¿Puedes verme, puedes escucharme?- grito desesperado mientras trato de golpear el cristal que me rodea. -¡Por favor! ¡Por favor, ayùdame....! ¡Sàca....me?- Mi inexistente corazòn comienza a palpitar ràpidamente.  Su eco retumba en las paredes de cristal y me ensordece.  Una mujer joven entra y toma la niña en brazos con rudeza. -¡Te he pedido mil veces que no dejes entrar a Estephanie a este horrible lugar, tus experimentos me repugnan!... Eres el diablo Monnet.  Algùn dìa pagaràs todo el sufrimiento que haz causado- dijo la mujer mientras salia rapidamente abrazando a la niña con fuerza....

De repente, abro los ojos y me doy cuenta que sigo en mi prisiòn refrigerada.  Ya no puedo levantar las manos.  Mis brazos estàn entumecidos, cansados.  Tengo la sensacion de que mi lengua està adormecida y obstruye mi garganta.  No puedo respirar pero no importa.  El poco aire que logro aspirar se escapa provocando un silbido por la apertura de mi pecho.-¡Quiero morir! ¿Què necesito hacer para morir? ¡Alguien contèsteme por favor!- grito con tanta fuerza que siento que mis lamentos pudieran escucharse hasta el cielo... si es que el cielo quisiera escucharlos.

-¡Este es....!- Dice una voz morbosa y con un hato de temor mientras abre mi gaveta y me exhibe como si fuera si fuera un objeto demonìaco.  -Nadie sabe con seguridad quièn es...lo trajeron aqui por que pensaron que quizàs era familiar lejano de los directivos del Grupo....- Explicaba el joven envalentonado al puñado de estudiantes de medicina que habìan sido seducidos por el placer de la curiosidad indebida.  - El famosisimo Dr. Bussô fue asesinado la misma noche en la que tratò de vender los òrganos de este hombre.  Dicen que fue su venganza por haberlo matado...por eso nadie se atreve a hechar sus restos al crematorio, no vaya a ser que....-  No sè de donde, pero comienzo a sentir mucha fuerza en mis brazos nuevamente.  De repente la intangible figura que me habia acompañado inseparablemente hasta hace poco se para en medio del grupo de muchachos y le sopla lentamente al oido a uno de ellos mientras desliza una mano sobre su espalda.  -...Mejor vàmonos de aqui, estoy comenzando a sentir frio...- dice el estudiante presa del pànico mientras se aleja unos pasos hacia atràs del resto del grupo. Trato de estirar las manos pero no puedo.  Quiero gritar.  Se apaga la luz repentinamente y en la angustia de mis morbosos espectadores por salir corriendo del lugar, quedo afuera.  Creo que es de noche.  Mi fantasmal compañìa se queda parada....junto a mi, miràndome con esos mismos ojos inexpresivos que me tienen aqui atrapado por alguna razòn que no puedo comprender.... -¿Què debo hacer para morir?- le pregùnto a mi espectador que me observa sin emitir ninguna emociòn ante mi miserable plano de existencia...

-¿Morir?...tù estàs muerto estùpido mortal- Dijo mientras caminaba a mi alrededor...

-¡Eso no es cierto! ¿Por què sigo aqui entonces, dìmelo? ¿Por que no me mandas al màldito infierno de una vez por todas?-

-Monnet... Monnet... ¿Ya se te olvidaròn los gritos de horror de Mariannè?- Dijo en un susurro, mientras desaparecìa lentamente de mi vista. -Que Mariannè te perdone por todo lo que le hiciste...-

Mariannè... Mariannè...¿Quièn es Mariannè y què pude haberle hecho para estar atrapado en este estado de no existencia? - ¡Mariannè!- comienzo a gritar desesperadamente -¡Mariannè no sè quièn eres tù, no sè que te hice.  ¡Mariannè pèrdoname...pèrdoname ò maldìceme de una vez por todas para que pueda morir tranquilamente! ¡Mariannè! ¡Mariannè escùchame por favor....-

El ruido de unas llantas que rechinan y lo que parece una risa infantil hacen que mi cuerpo se estremezca con un escalofrìo.  Comienzo a golpear la gaveta en la que estoy encerrado.  De repente me ahoga nuevamente la sensaciòn de estar cayendo como una piedra aventada al vacìo.  Cuando al fin siento que puedo respirar, abro los ojos.  Estoy sentado en un  escritorio viejo y desordenado.  Hay libros que parecen de medicina ò biologìa.  Apuntes hechos a mano.  No puedo acabar de observar todo lo que està sobre el escritorio. Un sonido llama mi atenciòn.  El mismo sonido de las llantas que rechinan me hacen voltear a la entrada de la habitacion.  Es la niña que me miraba dentro del frasco acercàndose a mi montada en un triciclo....

-¿Eres Mariannè?- Preguntò desesperado a la niña que me mira fijamente.  No me contesta.  Sigue miràndome en silencio mientras vuelvo a repetir mi pregunta.  -¿Quièn eres niña, què tengo que ver yo contigo?-

-Mariannè dice que se va a morir esta noche, ¿Es cierto Monnet?, ¿Se va a morir?- finalmente se atreve a preguntar la niña quièn no deja de mirarme fijamente...

-¿Còmo te llamas niña? ¿Eres Estephanie, verdad? ¿Mariannè es tu madre? ¿Es la mujer que te sacò en brazos cuando observabas los frascos de la estanteria, verdad? ¡Llèvame con ella! ¡Dile que venga! ¡Necesito hablar con Mariannè! ¡Necesito saber què le hice y pedirle que me perdone!- Exigia a la criatura sacudièndola con desesperaciòn . No pasaba quizàs de unos 4 ò 5 años. De repente, tòmo conciencia de lo que estoy haciendo con la niña y la abrazo con fuerza mientras le pido que me perdone.  La niñita se escurre de mis brazos convirtièndose en un charco de sangre que continùa rièndo y balbuceando una canciòn de cuna desde el suelo.

Salgo corriendo de la habitaciòn.  No sè endonde estoy.  Por la escalera que està a mi derecha viene bajando lentamente una mujer joven.  No me mira. Desciende despacio, asièndose con una mano a la pared y con la otra recogiendo lo que parece el vuelo de un camisòn largo y viejo.  Se para junto a mi y sin voltear a verme me dice: -Lo hice por ti Monnet, tù querìas que lo hiciera y no te importo...-  Ràpidamente la tomo del brazo. Està frìa.  -¿Eres Mariannè?- pregùnto desesperado.  -Lo era.  Ahora soy la sangre que reclama justicia por tu soberbia Monnet- Voltea y no puedo evitar soltarla en un grito de horror.  Su rostro es el mismo rostro frio e inexpresivo del ser que me ha acompañado en mi tortura.  Sus cabellos dorados son los mismos de la mujer que vi en el ascensor...

De repente una brusca sensaciòn de movimiento me regresa a la realidad de la morgue que se ha convertido en mi sentencia.  Un hombre viejo y de apariencia àspera abre con fuerza mi gaveta y me mira con recelo.    -A mi ningùn fantasma me ha asustado ¿Me oyes cabròn? ¡No sè quièn seas ni què estès pagando y ni me importa! ¡Por mi, pùdrete en el infierno! Ya van 2 gentes que matas en este lugar y no voy yo a ser el tercero en tu lista, ¿Me oyes cabròn?- decìa con una mezcla indiseccionable entre miedo e indiferencia.  Abriò la puerta de uno de los hornos crematorios y luchaba por encender el piloto que arrancaria la quema de mis restos.   -¿Dos hombres?- pensaba yo tratando de imaginar quièn màs podria haber muerto junto con Bussô.  -"Et vos nolite  tangere mortem venies.  Requiem in Pacem Andre Macielli" No toques la muerte por que te tocarà a ti entonces, descanza en paz Andre Macielli  "- interrumpiò mis pensamientos una voz que sin desearlo se habìa convertido en mi ùltimo resguardo de esperanza.  Lentamente la figura etèrea y transparente comienza a caminar en direcciòn  hacia donde se encuentra el hombre. Voltea ligeramente sacudiendo la cabeza.  Mi pecho comienza a retumbar con los latidos de un corazòn que no existe al verla voltear hacia mi.  Es la mujer que sacò en brazos a la niña y bajò despacio por la escalera.  Su cabello seco y crespo parece el vestigio de lo que quizàs alguna vez fue una hermosa cabellera. Me mira.  Por primera vez veo sus ojos clavados en los mios.  Se agacha y sopla hacia la punta del piloto del quemador de gas que el viejo trata de prender entre maldiciones y reniegos.  Me vuelve a mirar y sonrie.  Se acerca al hombre que es totalmente ajeno a todo lo que està sucediendo entre nosotros y se inclina lentamente con la clara intension de darle un beso en la mejilla...

-No lo mates Mariannè!- gritè desesperadamente a la espectral criatura invisible a los ojos de su inminente victima.

Claramente extrañada, la mujer desaparece del lado del hombre que en ese momento parece haber percibido su presencia y se persigna repetidamente mientras se aleja apresurado del lugar.

-¡El no te hizo nada Mariannè! ¡No sè que es lo que te hice! ¿Yo te matè? ¡Por favor, castìgame a mi por lo que te haya hecho! - gritaba repetidamente esperando recibir alguna respuesta de ese ser que parecia haber regresado por algunos momentos al averno.  De repente su rostro impàvido y sin forma ni expresion està nuevamente junto a mi.  -Tù me pedìas que lo hiciera y te reias de mi cuando te decìa que venian a atormentarme por las noches-  dijo mientras caminaba al rededor de mi cuerpo.  -¿No recuerdas cuàndo me decias que estaba loca y no podrias amar nunca a una loca como yo?- me preguntò mientras materializaba su presencia.  Era hermosa.  Llena de maldad y dolor pero hermosa.  De repente puso su mano helada sobre mi pecho mientras me besa en la frente.  La deslizò hasta mi vientre abierto hacièndome retorcer de un profundo escalofrio.

No me acuerdo de nada.  No puedo recordar que pudo haber sucedido para recibir tantisimo odio.  Me esfuerzo en tratar de concentrarme y traer algùn recuerdo a mi memoria, pero es tan inùtil querer recordar algo que parece haber sido borrado para siempre.  De repente, una sensaciòn de un hormigueo ardiente que sube desde mis piernas me saca de mis pensamientos.  Gusanos.  Cientos de pequeñas larvas comienzan a salir de mi cuerpo putrefacto.  Rompo a llorar. El dolor y el ruido que causan es indescriptible. ¿Què quedarà despuès de que lo hayan devorado todo? Cierro los ojos. Ojalà y no quede nada por favor....

Los gritos de una mujer me hacen abrir los ojos.  Nuevamente estoy en la casa de la escalera pero no me puedo mover. Estoy atrapado dentro del muro de una habitaciòn que parece una sala de estar.  Observo a Mariannè forcejear con un hombre al que solo le veo la espalda.  Le grita que està loca.  Intènta dominarla pero pareciera que su fuerza es incontrolable.  En el piso yace  una mujer apuñalada.    -¡Era lo que tù querias, que no hubiera nadie que se interpusiera entre nosotros!- gritaba Mariannè enfurecida sin soltar todavia el cuchillo que delataba su carnicerìa.   -¿Cuàntos muertos màs vas a llevarte en la conciencia? ¿No te haz llenado de sangre todavia màldita enferma?- decìa el hombre al que no lograba verle el rostro.  En un momento de descuido el cuchillo atraviesa la gruesa chamarra del hombre clavandosè en algùn lugar de su pecho y comienza a brotar un rastro de sangre que escurre ràpidamente. El hombre cae al suelo tratàndo de contener el dolor de la profunda herida.  Mariannè voltea y descubre a la atemorizada chiquilla que ha visto toda la escena.  Sin darle oportunidad de escapar, la atrapa y baña con el petròleo que alimenta una de las làmparas de la sala.  -¡Ella es lo ùnico que interfiere tu amor hacia mi! ¡Es lo ùnico que nos separa ahorita, Monnet! Despìdete, por que es la ùltima vez que la vez con vida...-  Dijo la desquiciada mujer mientras caminaba en direcciòn a un  mechero encendido con la niña en brazos.  Mi pecho retumba como un tambor.  Ese hombre que estoy viendo luchar por su vida soy yo mismo.  Estoy siendo un espectador del presagio de mi propia muerte.  -¡No lo haràs!- grita el hombre mientras agarra el cuchillo que habìa quedado tirado cerca de èl.  En un movimiento lleno de furia, toma a Mariannè del cuello, desnucàndola al mismo tiempo que le entierra el cuchillo en la espalda. El mechero que tenia empuñado con la mano izquierda cae sobre una alfombra que comienza a arder ràpidamente.  Las llamas alcanzan el vestido rociado de gasolina de la pequeña Estephani ante los aterrorizados ojos del hombre que no logra apagarlo.  Todo arde.  Siento el calor en los muros de la casa que pareciera quisiera lavar con fuego todos los crìmenes de los que quizà fue testigo.  El hombre toma a la niña envolvièndola con una cobija que no ha sido alcanzada por las llamas todavia.  Corre con ella inconciente y arranca el auto.  Los pierdo de vista.  Mi desesperaciòn aumenta por que no puedo dejar la jaula de madera y ladrillos en la que he sido puesto.  La casa cruje.  Puedo sentir la angustia de otros que al igual que yo, buscan liberarse de esas paredes....

El sonido de varias sirenas me hace darme cuenta que estoy en otro escenario.  Comienza a clarear el dia. Siento mucho frìo y por primera vez me doy cuenta que estoy descalzo. El camino esta cubierto de una delgada capa de hielo. Hay àrboles. Sigo caminando hasta donde parece haber ocurrido un accidente. Nadie nota mi presencia.  Soy invisible.  Parece que un auto derrapò en el camino congelado y diò varias vueltas hasta caer al fondo de una cuneta.  Es el auto en el que me vì huyendo con la niña.  Bajo apresuradamente hasta donde se encuentra el vehìculo destrozado.  Varios hombres luchan por liberar mi cuerpo de entre los fierros retorcidos.  Un rescatista encuentra una credencial que parece haber perdido una parte en el accidente.  Solo se alcanzan a leer los apellidos Coratella-Virega.  La fotografìa y el nombre de pila no se encuentran.  Asumen esos datos como el nombre de  la victima y llena uno formularios.  Nadie parece percatarse de que en el accidente hay otra victima.  Comienzo a correr llamando a Estephani pero no tengo respuesta.  No la veo.

A unos 50 mts del lugar del accidente hay unas pequeñas barrancas y socavones.  Comienza a caer una fina capa de aguanieve y veo como los socorristas recogen sus pertenencias.  Del fondo de un socavon me parece escuchar una respiraciòn que poco a poco se extingue y trato de acercarme a su origen pero pareciera que mis piernas  no quieren responder a mis ordenes.  Como puedo trato de acercarme al lugar.  La caida de aguanieve se detiene y veo de frente las luces de un automovil que se aproxima a gran velocidad.  De repente el autòmovil comienza a zigzagear por el camino como si alguien estuviera luchando por obtener su control. -¡Dios, otro accidente en el mismo lugar!- pienso mientras volteo a buscar mi auto destrozado.  No està.  Me doy cuenta que he retrocedido otra vez en la linea del tiempo. Voy conduciendo el auto y veo el pequeño cuerpo de  Estephani recostado en el asiento de atràs. El dolor de la puñalada en el pecho es incontenible.  Cuando regreso la mirada al frente Mariannè està sentada en el asiento del copiloto.  No puedo verle la cara, pero la piel de sus manos luce completamente quemada. 
-¡Me la llevarè Monnet, me la llevarè.   Ella tendrà la misma suerte que yo y no podràs hacer nada para evitarlo!-
-¡Estàs loca!- le grito mientras giro con fuerza el volante que pareciera responder a una fuerza sobrehumana. -¡Nunca te la llevaràs, lo juro por mi alma! ¡Jamàs permitirè que le hagas daño!-
-¡Si ella vive yo muero junto contigo! ¿No lo entiendes? podemos continuar nuestro amor en la eternidad, ¿no lo comprendes Monnet? Todo hubiera sido tan diferente si tan solo me hubieras amado....-

Un dolor inmenso en el pecho me obliga a abrir los ojos.  Hay mucha gente y confusiòn a mi alrededor.  No siento la apertura en el pecho y hasta podria decir que puedo respirar con normalidad.  Un hombre que parece un mèdico se acerca a mi y comienza a revisar mis pupilas. -¿Me escucha?- pregunta sin proferir ninguna emociòn.  Mi ùnica respuesta es el reflejo de asentir con la cabeza. Me hacen preguntas al mismo tiempo que continùa mi exploraciòn.  -¿Puede verme..?- pregùnto a una enfermera que se encarga de cateterizarme un brazo.   La mujer voltea sonrièndo con la intensiòn de darme una respuesta pero es interrumpida por otra mujer que entra corriendo y me abraza. -¿Estàs bien?- me pregùnta entre un mar de sollozos y besos. Sè que la conozco pero no puedo recordar su nombre.  -¿Se pondrà bien?- pregunta ansiosa al mèdico que està terminando de hacer algunas anotaciones en un expediente.            -Señora.  Su esposo ingresò aqui en estado de coma y estuvo clinicamente muerto durante 4 minutos.  Si èste milagro no es prueba de que estarà bien, no sè que otra cosa pudiera serlo...-. -Todo va a estar bien- me dice mi esposa mientras acaricia mi cabello -seguramente tienes un angelote que sabe que nuestra pequeña Estefanìa no podrìa lograrlo sin ti- dice mientras toma mi mano y la pone sobre su vientre.  Esta embarazada.  La niña nacerà en dos semanas màs y sabe que siempre estarè allì para protegerla...

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