lunes, 3 de septiembre de 2012

¡Que bonito està Amacueca! ò el Grupo Colli contra la selva amazónica que nos saluda…

Y pues algunos quizá porque ya era hora de salir un rato, otros por total y plena convicción.   Uno que otro  que llegó atraído por la curiosidad y ver de què se trata esto y pues otros màs que fueron cayendo de uno en uno.  7:10 am y allí estábamos bien puestos todos: 28 valientes con rete-hartos animos y toda la buena vibra para ir a averiguar què nos querìa contar la sierra detrás de Amacueca y sus húmedos alrededores.

Yo no conocía Amacueca y aunque bien San Google Maps me indicó que estaba cerca de Zacoalco y que atrás de allí quedaba un cerro, ni por aproximación te indica lo bonito que està el rancho.  Todo limpio, ordenadito.  Las calles de piedra laja, tejabanes y su típico templo con aires de la época de la conquista, kiosquito lleno de flores y gente amable por todas partes.   Desayuno rapidin en la plaza del pueblo mientras que algunos aprovechan para comprar productos de la región. 

Vista de Amacueca

Las calles empinadas y en proceso de reparación le marcan pronto el alto a nuestro camión y pues la caminata comienza un poco antes de lo esperado….   Lo primero que me viene a la mente es pensar en lo mucho que ha llovido, porque el camino parece betùn de chocolate y pues chin-chin el que se caiga, porque se va ir enlodado hasta llegar allà arriba. 

Pasamos varias trampas de esas que se ponen para que no puedan pasar las vacas y de repente nuestra señora Presidenta y guía dice:  “Bien, aquí comienza el sendero”….y pos todos nos quedamos como diciendo “¿Aquí còmo en donde…?” porque lo único que había era un hierberal que no tenia nada que envidiarle a la selva lacandona y pues si, a punta de determinación y un “fíjense bien donde pisan” alla vamos abriendo brecha entre la hierba, que ya de momento no sabíamos si se doblaba ante el peso de nuestros pies ò de nuestras carcajadas, porque lo que no se le ocurria a uno, se le ocurria a otro y esto ya parecía maratón de puntadas.   Còmo siempre en fila india y siguiendo las instrucciones de indicar a nuestros compañeros de atrás las advertencias del camino, las indicaciones de “espinas a la derecha”, “tronco atravesado” ,  “cuidado con la cabeza”…se alternaba con expresiones como “ooopssss, arenas movedizas a la derecha….”, “ Caimàn a la izquierda”, “¿¿Alguien trae una cazanga??” y “Chin….¡¡Para que me traje shorts ahora!!”

Las ortigas, plantas que vienen sacándole ronchas a algunos, espinas y gusanos quemadores a montòn comenzaron a dejar de ser el tema de plàtica cuando poco a poco  se empezó a escuchar la fuerza del agua de algún rio que corria paralelo hacia nosotros… “Chin…se me hace que vamos a tener que cruzar” y si, a algunos cuantos metros de distancia llegamos al coqueto riachuelo que parecía digno de una postal hasta el momento en el que alguien se mojaba màs de lo esperado.  Segumos caminando con nuestra nada discreta presencia esperando que llegara “el claro” que Toñita nos decía que estaba un poquitito màs delante….  Al llegar allí varios compañeros nos indicaron que habían recibido piquetes de abejas en el camino, aunque afortunadamente nadie era alérgica a ellas hasta ese momento. 

Nuestro primer cruce de rìo
Seguimos caminando y de repente la instrucción era un alto total, ya que con tanto hierberal era muy complicado no perder la vereda y en un par de ocasiones tuvimos que dar marcha atrás algunos metros.  Llegamos a un punto donde se escuchaban varias abejas y la orden de Toñita para evitar algún incidente fue que guadaramos silencio para no alborotarlas y caminar  un tanto espaciados entre uno y otro, tranquilos y sin manotear para no hacer enojar a la colmena y nos recordaran que los intrusos aquí somos nosotros.  Yo por si las dudas, mejor me acomodè bien el buff tapándome las orejas y me amarre un paliacate en el cuello para que por lo menos tuvieran menos carnita donde picar (còmo si su aguijòn no fuera capaz de atravesar sin problemas una simple playera de algodón), pero bueno, allí vamos ahora todos sigilosos buscando el camino y tratando de no hacer mucho ruido para no molestar a los insectos. 

Afortunadamente después un unos minutos salimos de ese espacio  y llegamos a unos maizales.  El camino seguía húmedo y sinuoso hasta sacarnos nuevamente al bosque ya màs cerca de la cima.  Un empedrado que servia de cauce para el agua que bajaba había funcionado en algún tiempo como el “Camino Real de Tepec” y ahora era nuestra ruta a seguir y nos recordaba a màs de alguno el por què una caminata tipo A siempre será una caminata tipo A… allì vamos pian-pianito trepando por las piedritas hasta llegar a un espacio lo suficientemente amplio para sentarnos a comer.  Son casi las 3 de la tarde y vamos algo retrasados para los que quieren llegar  a la cima.  Sacamos nuestra foto de grupo y nuestra guía nos ofrece la alternativa de crear dos grupos: uno que siga su camino hasta arriba (con la clara advertencia que de allí “comenzaba” ahora si lo pesado!!!) y otro que quisiera regresar con tranquilidad para poder ir haciendo la bajada por las piedras sin prisas ni presiones y esperar a que llegarà el grupo de cumbre para el retorno a casa….

Disfrutando el camino

Sin mucho pensarlo un pequeño grupo decidimos que si bien quizá la vista desde la cima iba a ser hermosa, la presión para bajar rápido entre el largo montòn de piedras y la posible lluvia que nos amenazaba era innecesaria, asi que después de terminar de comer, 8 comenzamos el tranquilo descenso piedra a piedra a paso de gallo-gallina, disfrutando sin problema del hermoso paisaje que nos rodeaba, sentándonos a descansar para que todos agarraran aire y aùn asi,  el camino de bajada a Tepec estaba màs maltrecho de lo esperado por el temporal y es en esos momentos cuando te gustaría tener algo de cabra montesa porque aquí el chiste ya no era ver que tan bueno eres pa`l piedrero, si no que no fueras a terminar de sentòn arriba de alguna. 

 Afortunadamente y gracias a la paciencia y tino de nuestro reta, que en estos momentos ya se había convertido en el guía, nadie sufrió ni un rasguño y después de imaginar el esfuerzo que significaba para un caballo el tener que pasar por ahí, llegamos al final del piedrero y nuevamente al rio que nos separaba del pueblo.  A estàs alturas, ya teníamos un nuevo compañero en el grupo que nos mostrò el mejor punto para brincar el arroyo: un amigable y hasta bonito perro negro de pelo brilloso y ojos simpàticos que no tuvo problema en acompañarnos al pueblo.  Caminamos un poco por un sendero pequeño en el que había unas plantas de hojas verdes con pequeños puntos en color fucsia que daban la apariencia de ser fosforescentes entre la oscuridad producida por lo tupido de los arboles que allí se encuentran “Bienvenido a Pandora” fue lo primero que me vino a la mente.  Vimos algunos nogales y cafetales que había en el camino, conociendo de primera mano sus frutos en estado natural y pegado al árbol y finalmente después de algunos pasos mas, llegamos finalmente al centro del pueblo.  

En mientras que llegaban nuestros aguerridos compañeros, fuimos a dar una vuelta a ver que había que se pudiera comer por ahí y también a dar una reconocida al pueblo y sus alrededores.  Es impresionante notar que desde el pueblo se puede apreciar la enorme cascada que se hace por el temporal y se encuentra junto a un mirador que fueron a visitar los del grupo que decidieron seguir màs para arriba.  Despuès de un casi una hora, algunos gansitos, tostadas de lomo y un poco de descanso en la plaza, llegò el segundo contingente feliz y dispuesto a despacharse una hora de tacos ò ya de perdis un par de tamales con atolito por aquello de las calorías perdidas.

Todos regresamos felices.  Cansados y algo enlodados pero con una sonrisa de esas que solo nacen de disfrutar la deliciosa sensación de estar vivo.



Vista del Valle desde el cerro de Amacueca