“Estaba en disyuntiva de inscribirme a la carrera ó
venirme a conocer los Ailes… Pero ganó mi hija que quería venir a conocer
la cascada”. Aquí estamos -puntualitos como siempre en el
Parque Revolución- los dos grupos de excursión de Grupo Colli para ésta
mañana: El grupo de alegres guerreros que se irán a desafiar al Cerro Viejo con
su segunda cumbre más alta de Jalisco y el grupo de caminata, dispuestos a
conocer la tranquilidad de la caída de agua Velo de Novia en el poblado de los
Ailés allá para el rumbo de Tecolotlán.
Risas y bromas entre ambos grupos se combinan y los guías
nombran lista para ver quienes faltan. De repente, nos toca ser felices
espectadores del arranque del Medio Maratón con la impresionante velocidad de
los kenianos… ¡Qué barbaros! ¡Esos hombres parecen galgos y el resto de
los casi 5,000 participantes anunciados pasan corriendo detrás de ellos llenos
de entusiasmo aún sabiendo que se necesitaría ser un chita para poder alcanzar al
contingente africano que ya desde allí les lleva buena ventaja!
El silbato de los guías indica que estamos a punto de
partir. Algunos retrasos nos hacen dejar tarde la ciudad, pero como sea,
allí vamos todos. Ailes es un pueblo pequeño, de esos que se concentran
alrededor de un kiosko que parece perdido en el tiempo y calles de terracería
flanqueadas de árboles viejos. Algunos nopales muestran sus brotes
tiernitos llenos de polvo y un gato curioso nos observa desde lo que parecería
ser una casa de campo dejada a medio construir. “Vamos a caminar un
ratito” y de allí con paso cuidadoso se comienza a bajar la cañada que
nos llevará hasta la cascada de unos 30 metros de alto que mantiene frescas y
bien regadas las piedras llenas de lama que adornan el estanque de agua fría y
escondida.
La poza principal es hermosa y cada quién encuentra en ella
lo que le gusta buscar. Por ahí alguien hace comentarios del montón de colomos
y otras plantas tiernitas que hay alrededor. Hay quienes disfrutan la suave
fuerza que tiene el agua y la brisa que nos rocía. Alguien más traza rutas
mentales sobre cómo podría escalarse la piedra que da la impresión de ser una
concha acústica encuadrando el paisaje… Seguimos caminando. Una vereda
que nace en el lecho del rio nos lleva más delante hasta lo alto de la ladera
nuevamente. Nos quedamos sentados un rato a la sombra de un árbol contemplando
los cerros de alrededor. A unos 40 kilometros de distancia parecen estar las
Rocas de la Florida y nuestro guía nos platica del grupo que salió en días
pasados para allá. Algo de agua y fruta para rehidratarse y también hubo quién
aprovecho para revisar las huellas que les fueron dejando las huizacheras en el
camino. Bajamos de regreso con cuidado siguiendo caminos trazados por el paso
de las vacas. Algunos huesos de ganado y lo empinado del terreno nos recuerdan
que hay que pisar con cuidado y finalmente llegamos al pedregoso paso del rio
que parecía salpicado de escenarios donde tomar alguna buena foto mientras
brincábamos de roca en roca. Un regreso que bien sirvió para sacarnos hambre a
todos y disfrutar de nuestro lonche a los pies de esa cascada que nos invita a visitarla
otra vez cuando las lluvias desborden su cauce y entonces descubrir si además
de hermosas, en sus piedras también cantan las ranas….
1 comentario:
Yo vivo en los Ailes =)
Publicar un comentario