miércoles, 20 de febrero de 2013

Conociendo Los Ailes y su Velo de Novia

“Estaba en disyuntiva de inscribirme a la carrera ó venirme a conocer los Ailes… Pero ganó mi hija que quería venir a conocer la cascada”.  Aquí estamos -puntualitos como siempre  en el Parque Revolución-  los dos grupos de excursión de Grupo Colli para ésta mañana: El grupo de alegres guerreros que se irán a desafiar al Cerro Viejo con su segunda cumbre más alta de Jalisco y el grupo de caminata, dispuestos a conocer la tranquilidad de la caída de agua Velo de Novia en el poblado de los Ailés allá para el rumbo de Tecolotlán.

Risas y bromas entre ambos grupos se combinan y los guías nombran lista para ver quienes faltan.  De repente, nos toca ser felices espectadores del arranque del Medio Maratón con la impresionante velocidad de los kenianos… ¡Qué barbaros! ¡Esos hombres parecen galgos y el resto de los casi 5,000 participantes anunciados pasan corriendo detrás de ellos llenos de entusiasmo aún sabiendo que se necesitaría ser un chita para poder alcanzar al contingente africano que ya desde allí les lleva buena ventaja! 

El silbato de los guías indica que estamos a punto de partir.  Algunos retrasos nos hacen dejar tarde la ciudad, pero como sea, allí vamos todos.  Ailes es un pueblo pequeño, de esos que se concentran alrededor de un kiosko que parece perdido en el tiempo y calles de terracería flanqueadas de árboles viejos.  Algunos nopales muestran sus brotes tiernitos llenos de polvo y un gato curioso nos observa desde lo que parecería ser una casa de campo dejada a medio construir.  “Vamos a caminar un ratito” y de allí con paso cuidadoso se comienza a bajar la cañada que nos llevará hasta la cascada de unos 30 metros de alto que mantiene frescas y bien regadas las piedras llenas de lama que adornan el estanque de agua fría y escondida.  

La poza principal es hermosa y cada quién encuentra en ella lo que le gusta buscar.  Por ahí alguien hace comentarios del montón de colomos y otras plantas tiernitas que hay alrededor.  Hay quienes disfrutan la suave fuerza que tiene el  agua  y la brisa que nos rocía.  Alguien más traza rutas mentales sobre cómo podría escalarse la piedra que da la impresión de ser una concha acústica encuadrando el paisaje…  Seguimos caminando.  Una vereda que nace en el lecho del rio nos lleva más delante hasta lo alto de la ladera nuevamente.  Nos quedamos sentados un rato a la sombra de un árbol contemplando los cerros de alrededor.  A unos 40 kilometros de distancia parecen estar las Rocas de la Florida y nuestro guía nos platica del grupo que salió en días pasados para allá.  Algo de agua y fruta para rehidratarse y también hubo quién aprovecho para revisar las huellas que les fueron dejando las huizacheras en el camino.  Bajamos de regreso con cuidado siguiendo caminos trazados por el paso de las vacas.  Algunos huesos de ganado y lo empinado del terreno nos recuerdan que hay que pisar con cuidado y finalmente llegamos al pedregoso paso del rio que parecía salpicado de escenarios donde tomar alguna buena foto mientras brincábamos de roca en roca. Un regreso que bien sirvió para sacarnos hambre a todos y disfrutar de nuestro lonche a los pies de esa cascada que nos invita a visitarla otra vez cuando las lluvias desborden su cauce y entonces descubrir si además de hermosas, en sus piedras también cantan las ranas….


1 comentario:

Cesar Lopez dijo...

Yo vivo en los Ailes =)